Mi enfoque
El diálogo con mis pacientes … mi enfoque consiste en estar cerca del paciente, comprender lo que está pasando y darle un significado a su padecimiento. Mi formación profesional está apoyada en la teoría analítica del psicólogo C. Gustav Jung, el cuál sostiene que la raíz de los conflictos deriva de la manera en que se desarrolló la infancia, se necesita profundizar conscientemente en la biografía personal y sanar aquello que inconscientemente está bloqueando el presente. Otro fundamento que utilizo es la corriente humanista Gestalt la cual pone atención en todas las circunstancias que existen alrededor de la persona, la familia, la salud física, la clase social, la situación económica, la cultura, integrar todo en conjunto para resolver los conflictos internos y externos desde una visión más amplia e integradora.
Mi trabajo con los niños y adolescentes está sustentado con la teoría del Apego de Bowlby.
Explorando nuestro pasado
Comprendemos la importancia de revisar nuestra historia personal para sanar las heridas emocionales y aprender a cuidarnos de manera saludable. En un espacio terapéutico, rememoramos las situaciones que nos han causado daño y trabajamos en su comprensión y aceptación.
Entendiendo nuestras influencias
Reconocemos que nuestra familia, género, situación económica y cultura influyen en nuestra identidad. Analizamos cómo estas condiciones han moldeado nuestra forma de ser y comportarnos. Identificar conductas que no nos ayudan a crecer y madurar es esencial para generar cambios positivos.
Transformación y crecimiento:
A medida que el dolor disminuye y encontramos nuevas formas de resolver problemas desde emociones, pensamientos y acciones más saludables, experimentamos un cambio significativo en el tratamiento. Recuperamos nuestra libertad emocional y desarrollamos una mayor autonomía en nuestras relaciones.
Aceptación y sanación
La terapia se basa en aceptar nuestras debilidades, obsesiones, enojo e ira, reconociendo que hemos sido víctimas de circunstancias difíciles. Comprendemos nuestra historia como niños heridos y aprendemos a lidiar con traumas familiares o eventos traumáticos.
Liberación y plenitud
En la última etapa del tratamiento, alcanzamos un estado de bienestar en el que no dependemos del terapeuta para desahogarnos. Experimentamos alegría, libertad emocional y la capacidad de enfrentar diferentes situaciones sin bloquear nuestros sentidos.